Menús tramposos: 10 consejos para no caer

Podíamos pensar que el objetivo del propietario de un restaurante era que entráramos en el, y ahí acababa su quehacer publicitario… ¡pero no! El marketing y las técnicas comerciales van más allá y llegan hasta la carta de la mayoría de los restaurantes.

Evidentemente lo que se busca es dirigir al cliente hacia el plato más productivo para el restaurante, haciéndolo atractivo por su nombre, su ubicación en el menú, la letra con la que aparece descrito, la utilización de palabras que nos hacen salivar (de la lonja, crujiente, marinado, ecológico…) y otras argucias. Parece que los efectos en la cuenta de estas técnicas pueden ser incrementos de entre un 20% y un 30%. Para muestra un botón: mirad estas dos cartas, una de principios del siglo pasado y otra actual de un conocido restaurante de Barcelona...














Si en España la vanguardia académica en cocina es el Basque Culinary Center, en Estados Unidos está el Culinary Institude of America que cuenta entre sus asignaturas con una dedicada a estudiar el diseño de los menús: tipo de letra, localización de los platos, estructura de la carta, tipo de papel y letra…

A continuación las 10 reglas que leí hace poco en un artículo de Marta Muñoz-Calero (las reproduzco literalmente, recogen ejemplos reales interesantes) para que pidamos lo que nos apetece realmente y seamos capaces de desenmascarar al chef del marketing:

1. Las cartas en las que no aparecen los precios alineados en columnas. Cuando el coste del plato aparece camuflado junto a la suculenta descripción, evitan que se haga un cálculo rápido de lo que costará la cuenta.

2. Los platos que aparezcan en el lado superior derecho de la carta. La visión humana tiende a empezar por esta zona del menú y allí siempre se encuentra lo que les interesa vender, ya sea por rentabilidad o por su alto precio. Si es un menú tipo libro hay que estar atentos a aquellos platos situados en la zona media y superior de la hoja de la izquierda.

3. Los primeros y últimos platos de la columna de sugerencias. Las personas solo nos quedamos con los platos que se colocan en estas posiciones olvidándonos de todos los que aparezcan entre medias.

4. Los signos que ensalcen un plato como especial de la casa, nuevo, home made etcétera. Suelen encubrir platos con pingües ganancias para el dueño del negocio.

5. Las descripciones coloristas llenas de palabras gancho como ecológico, asado en horno de leña, de la lonja, del mercado, crujiente o marinado. Son palabras que excitan el apetito generando una imagen del guiso que nos hace salivar y pedir con la tripa. Palabras como frito, hervido o rebozado consiguen el efecto contrario. ¿Quién no se pediría unos “Salmonetes de la Lonja en sándwich con trufa, puerros ecológicos y su flan”? (leído en el menú de Can Fabes).

6. Platos sofisticados y suculentos y caros situados cerca de los más sencillos. Al compararlos nos decantaremos impulsivamente por el que más les seduzca sin pararnos a mirar el precio.

7. Las zonas recuadradas o subrayadas ya que es aquí donde sitúan los platos más lucrativos para el establecimiento. Y hay que desconfiar más aún de los que pongan en la parte derecha del recuadro ya que nuestra mirada automáticamente irá a por ellos.

8. De platos con precios escandalosos justo antes o después de uno con un precio inflado para lo que ofrece. Un ejemplo: Huevos de codorniz, salmón ahumado y caviar Beluga a 48,60 euros situado justo encima de otro compuesto por una yema de huevo trufado con crema de alcachofas, espinacas y foie a nada menos que 25,92. Al comparar cifras la sensación es que el huevo con foie es un chollo cuando es un precio suficiente por un entrante de huevos a pesar del foie. (leído en el menú del Restaurante Zalacaín)

9. De las recomendaciones que aparecen adheridas al menú principal. No siempre, pero puede que el cocinero se quiera deshacer de ciertas piezas que no ha conseguido sacar en servicios anteriores.

10. La contraportada o de la ultima página, son el trastero de los platos. Aquí se destierra a los menos solicitados o a los alimentos y bebidas más básicas como refrescos o cafés. Resulta parecido a lo que ocurre en los supermercados en los que la leche o lo huevos (bienes de primera necesidad) están colocados al fondo de la tienda con el objetivo de conseguir compras impulsivas de productos menos necesarios y más caros por el camino.

Van directos a nuestro punto débil, y ellos lo saben… pero ahora nosotros también. ¿Seremos capaces de resistir la tentación o tendremos que pedir que nos aten al mástil como Ulises para resistir el canto de las sirenas?

2 comentarios:

  1. Las cosas que se descubren en este blog, gracias muy interesante.

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  2. Esperamos que te sigas divirtiendo y aprendiendo con nosotros.
    Gracias por tu comentario.

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